martes, 20 de diciembre de 2011

Diciembres

Durante mucho tiempo soñé que estaba embarazada y que mi hijo era un muñeco. Nunca tenía un bebé de verdad.
En noviembre de 2001 tuve unas pérdidas que me llevaron a la guardia ginecológica del Centro Médico que tiene La Bancaria en el último piso de la central de Banco Nación, el médico me dijo: es un embarazo de tres meses o un quiste en el ovario del tamaño de una naranja...
Se confirmó lo segundo y todo fue desilusión: no había bebé y había que operar a ese ¿muñeco?
El 19 de diciembre entré al call center y comenzó la lista de llamados a los morosos, al promediar el día se escuchaba mucho del otro lado del tubo "¿Vos no ves lo que está pasando?". Y no, no veíamos nada: no había tele, ni ventanas, tampoco teníamos internet. Salí y me fui a terapia. Débora, mi psicóloga me dijo "Pensé que no ibas a venir con todo lo que está pasando..." Ahí me explicó. Nos asomamos por la ventana y me mostró todos los negocios cerrados, con las persianas bajas, eran las 5 de la tarde. Al día siguiente la situación no había cambiado: los llamados debían continuar. Coordiné con una clienta un pago de parte de su deuda en Sucursal Neuquén, a cientos de kilómetros de su casa. Cuando llegamos a la fecha, resultó que si hacía ese viaje pasaba navidad lejos de su casa. Nos quedamos en silencio. No sé qué le dije, y me fui para el baño con un nudo en la garganta. Allá la encontré a Paola, llorando y dijo "Me voy. Así no trabajo más". Me sumé y fuimos más. La situación era incontrolable, nos mandaron a todos a casa.
Llamé a Julio para avisarle que había llegado bien, pero los balazos en el portón del Ministerios de Desarrollo Social no lo dejaban escuchar: Cuando pueda salgo. Me dijo. Yo miraba la tele, los gases en La Plaza y mi hermano laburando a pocos metros.
Volví a respirar cuando Julio llegó a casa y Fede me avisó que había podido salir bien.
Se venía mi cumpleaños en medio de presidentes y análisis prequirúrgicos. Con un entusiasmo inusitado, aplausos de fondo llegué a mis veinticinco con el Adolfo declarando el default y una torta de Las Chicas Superpoderosas que me hizo mi mamá.
El 10 de enero me preparé para el cuchillo, le dije a Julio que apenas saliera le preguntara al médico si iba a poder tener hijos; solo eso.
Entré al quirófano, vi un monitor chiquito y dije "¿Me despiertan cuando empiece la película?"
-Sí,-me dijo el cirujano- apenas aparezca el león de la Warner te despertamos. Pero como siempre pasa cuando quiero ver tele en la cama, me dormí y mucho. Al despertar estaba entrando en la habitación. No podía hablar. Mi viejo me dijo que había salido todo bien. Lo miré a Julio y asintió. De fondo sonaban las cacerolas en la esquina del Policlínico Bancario, compañeras de mi posoperatorio.
Otro diciembre, el de 2002, me encontró el 15 almorzando con mis sobrinos. Santi me dijo que estaba gorda porque tenía un bebé en la panza. Como pude esperé hasta el 17 y me hice el test, sola en casa (algo que siempre me va a recriminar Julio); al día siguiente fuimos al médico, otra vez la guardia ginecológica, otra vez el policlínico... pero era diferente. El diagnóstico del análisis fue "embarazadísima"
No volví a soñar con el bebé-muñeco nunca más, y tampoco en 2003 voté a Kirchner, pero al día siguiente de su asunción me fui a la Casa Rosada para ver su encuentro con Fidel. De lejos pero lo vi. Trepada en una valla con mi panza de seis meses. Llegué contenta a casa con un terrible dolor de piernas.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Como diría el chat de Gmail "Hemos vuelto..."

Encontré comentarios que no había leído, pero creo que estaban ahí esperando este momento. Gracias.
Y como vienen de lindos los diseños, creo que voy a cambiar plantillas hasta que Don Ramón pague la renta.

martes, 14 de junio de 2011

Mujercita

Ahora con la computadora me pasa menos,
pero de chica, cuando escribía con la lapicera de pluma,
me gustaba que el dedo mayor quedara manchado con tinta en el costado.
Así me sentía Josephine March
Así me sentía un poco escritora.

lunes, 13 de junio de 2011

Para el Titán

Es un cuento que escribí hace dos años casi. Pero lo recordé mucho estos días palermistas


Superclásica


Cuando me levanté, todavía podía sentir el olor a Pino Silvestre mezclado con transpiración que emanaba el Burrito Ortega, mientras me abrazaba y repetía "Quedate un ratito más". Fui rápido al baño, me lavé la cara con una esponja rasposa y me puse crema hidratante, pero nada; en cualquier momento las ojeras me iban a llegar a las rodillas.
- No puedo seguir así.
Lo dije sola, en voz alta, mientras agarraba el teléfono y llamaba a Paula, mi mejor amiga, estudiante crónica de psicología:
-Clau. No significa que tengas fantasías con el Burrito Ortega. Lo tuyo es un desplazamiento: como tu ex es de River, soñás que te curtís a Orteguita ¿Entendés? tenés que olvidarte de él, aunque labure con vos, ver la forma de sacarlo de tu cabeza ¿cuánto hace que no dormís bien?
Ni me acordaba. Todas las noches, Mariano, mi ex se me aparecía de alguna manera: a través de River o de la pizza, sus dos pasiones. Desde sesiones de sexo desenfrenado con el Muñeco Gallardo hasta un ataque de aceitunas gigantes rodando por la 9 de Julio.
No quería volver a analizarme. Necesitaba soluciones mágicas, algo que se comprara en Sprayette, pero por el momento seguía con pastillas inútiles.
Uno de esos días, Estela de Contables me llevó a la cocina, preparó té e insistió tanto con los qué te pasa, que le conté. Estaba por ponerme a llorar y a ella se le dibujó una sonrisa; le quise pegar, pero se puso así porque tenía “la solución a todos mis problemas”:
-Se llama Osvaldo Dreams, es médico oniroterapeuta. Yo fui hace dos años porque solo soñaba boludeces: que compraba lechuga, que le cambiaba el cuerito a la canilla. Un embole. Ahora no paro de soñar con George Clooney, te juro que hay días que me levanto… exhausta. De verdad. Por ejemplo, ayer soñé que me agarraba de…
La frené. No quería saber tanto y la idea me parecía ridícula. Seguro que era un chanta, aunque era cierto que hace dos años Estela era capaz de hablar todo el horario de almuerzo sobre un helecho.
El no ya lo tengo, perdido por perdido, más vale pájaro en mano, y bueno dale, pasame los datos, le dije. No creo que puedan empastillarme más de lo que estoy. Me quedé mirando el papel con la dirección.
-¿En qué andás?- me dijo Mariano, que pasaba con su taza y una porción de muzzarella.
- Qué te importa.
- Uh bueno, qué día tenemos, ¿eh? ¿Te fijás si me quedó orégano en los dientes?
Me fui al escritorio, apagué la computadora y salí corriendo. No quería ni pensar en lo que sería mi noche después de esa imagen.

El lugar era un consultorio común y corriente, con una recepcionista que me hizo notar que no tenía turno. ¿Una guardia no tienen? Es una emergencia. Te hago un lugarcito, me dijo. Esperé seis horas y por fin el Dr. Dreams me llamó. Le conté mi problema, respondió con varios ajá, a lo psicólogo y sacó una hoja membretada:
- Mirá Claudia, ¿Claudia me dijiste que te llamabas, no?, bueno, lo que vamos a hacer es un desplazamiento inducido. El tema de River y la pizza va a seguir presente, pero trataremos de hacerlo placentero, por ejemplo, sexo con Matías Almeyda, ciento cincuenta pesos, puede durarte de una a cinco noches, aproximadamente. En ese lapso te vas a relajar.
-Si, si... pero Almeyda no me gusta. No me gusta ningún jugador de River. Soy bostera.... No sé... un Palermo ¿no se podría?
-Eso sería un desplazamiento inducido opuesto. Es más trabajo, estamos hablando de trescientos ochenta pesos.
No era el mejor mes; había tenido gastos extras por arreglos en mi casa, pero como no dormía, no daba ir al gimnasio y a Estela le había ido tan bien.
El Dr. Dreams en una segunda cita puso unos electrodos en mi cabeza, me hizo llevar una camiseta de Boca, mirarla durante casi tres cuartos de hora mientras cantábamos:

las gallinas son así
lo más amargo de La Argentina
cuando no salen campeón
esas tribunas están vacías

Me parecía de lo más extraño pero el doctor me dijo algo de los "restos diurnos", que eran muy importantes, así que seguí con el cantito. Él era el profesional.

Noche Uno: Mariano está rubio platinado (le queda horrible) pasa frente a mi escritorio con su taza CARP, pero la veo azul y amarilla.

Noche Dos: Mariano está rubio platinado, pasa frente a mi escritorio con su taza CARP azul y amarilla. Me toca el culo y me río. Igual me despierto al toque y no vuelvo a pegar un ojo.

Noche Tres: Mariano está rubio platinado, pasa frente a mi escritorio con su taza CARP azul y amarilla. Me toca el culo y me río, me doy cuenta de que estoy soñando, pienso en Palermo, pero cuando lo encaro es Riquelme…rubio y me dice “¿A Riquelme le quedó orégano en los dientes?”

Noche cuatro: de terror, parece que Riquelme y Mariano se parecen mucho.
- Mis primeras noches también fueron confusas-me dijo Estela.
- Está muy bien, está muy bien. Ya casi desterramos a River- dijo Dreams en la nueva consulta.
- Sí, pero el acuerdo había sido soñar con Palermo y de eso nada. Doctor- dije llorando- , estoy desesperada, hace un mes que no duermo. Ya me da miedo dormirme, encima me llegó que Mariano ya anda con otra de la oficina, una trola…
-Perdón-me interrumpió- usted nunca me dijo que trabaja con su ex. Esto es muy grave. Vamos a necesitar otra sesión de electrodos con visualización de goles de Palermo, y una semanita de vacaciones. No, no; no ponga esa cara de espanto, es imperioso que se aleje de esa oficina.
Mi cara de espanto se elevó al cubo cuando recibí la nueva factura, creo que llegué a balbucear ¿seiscientos pesos de qué? Y me dio una hojita con letra ilegible, que según él decía: electro hipnosis, inducción intensiva, arte y cine ¿arte y cine? Claro, para la edición de los goles de Palermo y la exclusión total de Riquelme.

-¿Un adelanto del sueldo?-me dijo rara la tesorera-¿tiene algún problema? Porque, de verdad se lo digo, tiene unas ojeras...
- Mi mamá está muy mal. Es para un tratamiento .
Me fui una semana a la casa de mi abuela, en El Cazador. Ella estaba en Salta esperando ver a la Virgen del Cerro. Cuando llegué, no había nada en la heladera y el único negocio abierto era una pizzería. Pizza no, restos diurnos, condensación, orégano, fusión de ideas ¡veneno! Pero no había otra cosa, mi panza crujía, así que me compré cuatro porciones de fainá, porque la fainá no es pizza-pizza.
Después de cenar me senté en la cama y prendí el DVD portátil que el doctor Dreams me había prestado. Pasé dos horas y media mirando goles de Palermo.
Los ojos se me cerraban y me puse contenta.

Clau, Palermo es el mejor, me voy a hacer de Boca, a teñirme de rubio. Quiero comer fainá con vos toda la vida. Quiero ser el hombre de tus sueños.

Ni Ortega, ni Riquelme: Mariano. Eran las dos de la mañana y no podía parar de llorar. Mi inconsciente era un turro hijo de puta, y el doctor Dreams su cómplice.
A las siete, con la cara hinchadísima, salí. La pizzería estaba abierta para el desayuno. Me tomé un café.
El pizzero pasaba el lampazo por el salón casi desierto, me miraba y fruncía el ceño. Se paró al lado de mi mesa:
-Señorita, disculpe; anoche vi que se llevó un montón de fainás ¿no le hizo mal? Porque mire que acá hacemos todo tipo de comidas: empanadas, pollo al spiedo, pastas, no tiene que llevar pizza si no le cae bien, me avisa con tiempo y le preparo lo que quiera; porque usted no tiene cara de que le guste pizza.
Pensé que iba a llorar de nuevo, pero no, me refregué los ojos encargué unos ravioles con salsa para el mediodía y pagué.
-Tiene razón. No me gusta la pizza y soy de Boca.

Minuto cuarenta y siete. Gol de Argentina. Palermo sangra sin camiseta y la lluvia lo recorre todo. Primero lo abrazo, después soy yo la que festeja y sangra bajo la lluvia. Yo hice el gol y Palermo lo festeja conmigo.

Dormí hasta las tres de la tarde y a la noche cené los benditos ravioles.

jueves, 6 de enero de 2011

2011

las picaduras de mosquito en mi pie derecho formaron la constelación de Orión.
Yo quería escribir sobre cadenas carbonadas pero este hallazgo me superó.

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